Todos los medios se hicieron eco de la última gran noticia: el nuevo manual de ortografía de la Real Academia Española (RAE). Para ver algunos de los cambios, se pueden consultar en el link. Sin embargo, nosotros creemos que sería pertinente ahondar en el análisis de estas modificaciones, para no quedarnos simplemente con la sensación de que ahora, si leemos “manager” en lugar de “mánayer” estamos siendo testigos de error ortográfico.
Como decimos a menudo por aquí, la ortografía no es más que una convención (pero bastante necesaria). Como convención, necesita de un ente regulador que se haga eco de estas convenciones y que la deposite en algún lugar confiable, del que pueda decirse: aquí está la regla, esta es La Convención. En el caso del español, ese lugar simbólico lo ocupa la RAE, radicada en Madrid.
La locación de esta institución no es un dato menor: mientras que en España todos pronuncian “vídeo”, con acentuación en la “i” y “garaje”, tal como suena, casi todos los latinoamericanos decimos “video” y “garash”. España es apenas una pequeñísima porción de los hablantes de español, pero, sin embargo, el diccionario rector del idioma dice que la escritura correcta de la cámara para grabar imágenes y sonidos es con tilde (“vídeo”), mientras que la cochera se escribe con “j” (“garaje”), pese a que tanto la palabra como la pronunciación derivan del francés “garage”.
Por eso es importante resaltar que no se trata necesariamente de seguir al pie de la letra los cambios sugeridos. Desde este espacio fomentamos el uso de una ortografía que respete la idiosincrasia de cada conjunto de hablantes (de cada país, para hacerlo más sencillo) y no meramente la convención convenida por unos pocos. Así, no estamos de acuerdo con el traslado de palabras extranjeras a una españolización forzada, ya que respetamos el origen de los préstamos tomados, por más invasión cultural que representen. A menos que, con el paso del tiempo, palabras como “piercing” o “manager” estén tan incorporadas como para que naturalmente (es decir, por el paso del tiempo) se empiecen a decir “pircin” y “mánayer”, mantendremos la ortografía inglesa.
No nos olvidemos que el lenguaje, para fundarse institucionalmente como tal, necesita de una Academia, pero que, a la vez, el lenguaje lo hacemos todos y cada uno de nosotros, los hablantes, y no quienes intentan imponer desde las reglas un nuevo modo de hablar.
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