«Ramón Díaz dice que su Ciclón no cambió de nombre, aunque «le estamos haciendo el motor»».
«Para eso, el DT sabe que “ahora tenemos que reafirmar el avance”».
«Prósperi banca su corte nuevo porque “ahora ya no me dicen Gentiletti”».
¿No suenan raras todas estas oraciones? ¿No parecen mal construidas, imposibles de ser comprendidas oralmente? Todas pertenecen al diario deportivo Olé de la edición electrónica del día 15 de marzo de 2011. Sí, en un solo día, a vuelo de pájaro se encuentra en tres notas distintas el mismo error, que muchos ni siquiera consideran tal, como se puede ver.
Para no arrogarnos la autoridad de discutir con quienes consideren correcta esta forma de citar, vamos a dejar que el Diccionario Panhispánico de Dudas de la RAE hable por sí solo:
La inclusión, a través de las comillas, de un texto literal dentro de un enunciado en estilo indirecto es aceptable siempre y cuando no se incumpla alguna de las condiciones impuestas por el estilo indirecto, como, por ejemplo, la correlación de tiempos verbales o los cambios en determinados pronombres o adverbios. No sería aceptable, por tanto, un enunciado como el siguiente: Mi madre nos recomendó que «no salgáis a la calle sin abrigo».
Citar adecuadamente puede resultar más difícil de lo que parece. El uso de la voz de otro en un texto propio se puede incluir a través del estilo directo, del indirecto, del híbrido o del narrativizado (los nombres son lo de menos y pueden cambiar las categorías según el método de enseñanza usado; lo que importa es la teoría). Sin entrar en demasiados detalles, daremos ejemplos que simplifiquen la explicación:
Estilo directo:
María les dijo[1]: “¡No salten en la cama!”
Estilo indirecto:
María les dijo que no saltasen en la cama.
Estilo mixto o híbrido:
María les dijo que no saltasen en la cama porque, si lo seguían haciendo, alguno se iba a lastimar “muy feo”.
Es claro, cada ejemplo ilustra cada estilo. Lo que importa no son los nombres, sino saber para qué sirve cada estilo. En el directo lo que se busca es poner a hablar al actor, darle el mayor protagonismo posible, y se usan las comillas para decir: “esto que pongo que dice María, efectivamente lo dijo María en esta misma forma”. Cuando se trata de una cita textual oral el texto puede ser ligeramente modificado para lograr una coherencia con el resto del texto. Si se trata de una cita de suma importancia o de una cita de un texto escrito, lo que se escribe entre comillas debe ser idéntico al original. Si se necesita saltear una parte, se pueden agregar tres puntos suspensivos entre corchetes (“[…]”) o, si hay que cambiar un verbo o agregar un nombre para lograr una concordancia o para recuperar un agente perdido, también se lo puede hacer por medio de los corchetes.
En el estilo indirecto se busca repetir la idea que plantea el actor, pero sin la necesidad de reproducirlo textualmente, dando lugar a reformulaciones y formas más sencillas o correctas en la escritura.
El híbrido persigue lo mismo, con la diferencia de que se busca rescatar algún fragmento del que, como autores, no nos queremos hacer cargo, y sí queremos señalar que así fue como el actor lo dijo. Por eso, expresiones coloquiales, juicios de valor o frases muy contundentes buscan ser entrecomilladas, con el fin de destacar las palabras utilizadas por la persona o el texto citado. Es especialmente en este estilo en el que no hay que olvidar lo dicho anteriormente por la RAE; así, lo que se incluya entre comillas siempre deberá respetar la coherencia y la sintaxis de la oración en la que se inscribe, cuidando el uso de pronombres, de adverbios y de tiempos verbales.
Cuando el texto a citar es mucho, y se vuelve innecesaria la presencia del actor —debido a que no cambia en nada quién lo haya dicho o porque es completamente evidente quién fue el que lo dijo—, se puede usar el estilo narrativizado, que consiste simplemente en la elisión de cualquier mención al actor, y se asume lo que se dice como propio. Por ejemplo: un paciente cuenta su historia y dice: “Mi papá es médico y mi mamá comerciante. Mi hermano tiene 27 años. Está estudiando Veterinaria”. En un informe psicológico no aporta en nada citar textualmente estas palabras, pues no hay ninguna marca relevante, más allá de la “información dura”. Además, es obvio que la información fue obtenida a través del paciente, pues es él quien cuenta su vida. Así, el informe simplemente puede narrar los datos, sin uso de comillas ni mención al verdadero creador de las palabras. Por ejemplo: J. es hijo de un médico y de una comerciante. Tiene un hermano de 27 que estudia Veterinaria.
[1] “Decir” es el verbo por antonomasia en las citas textuales, así como también, el más genérico y menos explicativo. Según cada ocasión particular, puede ser conveniente cambiar por “advertir”, “subrayar”, “asegurar” y un larguísimo etcétera que abarca a todos los verbos declarativos e, incluso, a algunos que no lo son tanto.